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Mostrando entradas de abril, 2013

Como educar a los hijos.

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Leo hoy una larga entrevista a Geli Santa María, Maestra de primaria y madre de siete hijos, Geli compagina su trabajo, dentro y fuera de casa, con una continua formación. En esta entrevista, analiza la felicidad como algo que se puede aprender y enseñar. Por su importancia me atrevo a publicarla completa. -¿Qué es la felicidad? -La felicidad es el estado de bienestar que invade la persona que se siente bien consigo misma, con los demás y con el mundo que le rodea. -¿Y qué entendemos por bienestar? -Depende… A mi me impresiona una foto en la que aparecen unos niños de África, calzados con zapatos hechos con botellas de agua de plástico y su balón inventado e improvisado, sonriendo a la cámara. Meditémoslo: tal vez deberíamos disfrutar más con lo que tenemos, independientemente de si es mucho o poco. -¿Hay niños infelices? -Sí, por supuesto. Y cada vez más, porque no les permitimos serlo. Para ser feliz hay que aprender a disfrutar de las pequeñas cosas de cada día

TAREA INSUSTITUIBLE

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La educación corresponde principalmente a los padres. En esa tarea, nadie puede sustituirlos: ni el Estado, ni la escuela, ni el entorno. Supone una gran responsabilidad, un reto estupendo, de cuyo ejercicio consecuente dependen el presente y el futuro de los propios hijos y de la sociedad.

Fuera el pesimismo.

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                               Esta mañana estaba un poco tristón, he pensado que debia pensar en algo alegre, me han venido a la memoria dos anécdotas leidas hace tiempo, que han alejado mi momentanea tristeza. Siendo jefe del gobierno francés Clemenceau recibió a un político en su despacho, el mismo día de la muerte de uno de sus ministros. Político: Quiero ponerme a su disposición por si cree que puedo ocupar el puesto del ministro fallecido. Clemenceau: Eso no es cosa mía, pregúnteselo a los de la funeraria. Estando la abuela cantando una canción de cuna a su nieto para dormirle, éste le dijo: «Abuela, ¿no podrías seguir cantando fuera?, es que quisiera dormir».

Ayudar a los demás.

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Vivimos unos momentos en los que pienso que se debe decir así no puedo seguir, tengo que ayudar a los demás. Lo primero es no cruzarse de brazos ante esta obligación, viviendo exclusivamente atento a los propios intereses personales, dejando pasar los días, matando el tiempo, o en ese ir tirando, como ordinariamente se dice, es creer que esto es posible. Si no creemos que podemos salvar a nuestros contemporáneos de la ignorancia, del error, del sectarismo beligerante del ateismo reinante, ni siquiera lo intentaremos. Creen en la verdad y creer en su fuerza de convicción, en su capacidad de abrirse paso, como un río impetuoso que atraviesa los montes. Esto es lo primero: creer en la verdad. Creer en la verdad, vivirla, enseñarla. Este deber de difundir la verdad es particularmente urgente en un tiempo, como el nuestro, en que el materialismo agresivo no descansa ni regatea sus recursos para convencer al hombre que él es la verdad, él quien la crea.

Sin la gracia no podemos hacer nada.

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Decia el Papa esta mañana al asomarse a la ventana del Vaticano: Pero todo pasa a través del corazón humano: si yo me dejo alcanzar por la gracia de Cristo resucitado, si le permito que me cambie en ese aspecto mío que no es bueno, que puede hacerme mal a mí y a los demás, yo permito a la victoria de Cristo que se afirme en mi vida, que extienda su acción benéfica. ¡Éste es el poder de la gracia! Sin la gracia no podemos hacer nada. Sin la gracia no podemos nada. Y con la gracia del Bautismo y de la Comunión eucarística puedo llegar a ser instrumento de la misericordia de Dios. De esa bella misericordia de Dios.